
“La Mansedumbre es vital para que lleguemos a ser más como Cristo”
Es una virtud que muchas veces se confunde con debilidad, pero en realidad es una gran fortaleza del corazón. Ser manso no significa dejar que otros pasen por encima de uno, sino saber actuar con calma, respeto y serenidad, incluso en momentos difíciles.
Una persona mansa no responde con gritos o violencia cuando se siente enojada o frustrada. Al contrario, respira profundo, piensa antes de hablar y busca soluciones sin herir a los demás. La Mansedumbre ayuda a vivir en paz, a resolver conflictos y a crear un ambiente agradable donde todos se sientan escuchados y respetados.
¿Cómo podemos practicar la Mansedumbre?
- Cuando te sientas enojado/a porque algo no salió como querías, en lugar de gritar o romper cosas, puedes hablar con alguien de confianza o tomarte un momento para reflexionar.
- Si ves que un/a amigo/a está molesto, puedes acercarte con amabilidad, escucharlo/a y tratar de ayudar sin juzgarlo/a.
La Mansedumbre se demuestra con gestos sencillos, pero poderosos: una voz suave, una palabra amable, un corazón dispuesto a perdonar y a comprender. Al practicarla, no solo te haces bien a ti mismo/a, sino que también haces del colegio y del mundo un lugar mejor para todos y todas.